SOPORTE BASICO DE VIDA

SOPORTE BASICO DE VIDA
DR. KLEINER RIOJA L.

sábado, 15 de septiembre de 2012

TEMA 1 EVALUACION PRIMARIA


EVALUACION DEL PACIENTE

INTRODUCCION:
La evaluación del paciente es la piedra fundamental del soporte vital y una asistencia sanitaria excelente. La evaluación es la base para todas las decisiones de soporte vital, diagnostico, tratamiento y traslado del paciente. El primer objetivo de la evaluación es determinar el estado actual del paciente, puede crearse una impresión gene­ral del estado del paciente y establecer los valores de refe­rencia para los aparatos respiratorio y circulatorio y el estado neurológico del paciente. Posteriormente se debe valorar sin demora los problemas con riesgo vital y se inicia su actuación y reanimación urgente. Además, identificar y evaluar todas las circunstancias que requieren atención antes de mover al paciente. Si el tiempo lo permite, se debe realizar una evaluación secundaria de las lesiones sin riesgo vital. A menudo se lo hace durante el traslado. Los pacientes en estado crítico no deben permanecer so­bre el terreno más tiempo del necesario para estabilizarlo para el traslado, a menos que esté atrapado o que existan otras complicaciones que impidan su traslado inmediato.
El Dr. R. Adams Cowley desarrolló el concepto de la «hora de oro» en pacientes de emergencias. Pensó que el tiempo transcurrido desde la lesión hasta la asistencia definitiva. Actualmente se denomina «período de oro» por­que algunos pacientes tienen menos de una hora para reci­bir asistencia, mientras que en otros este periodo es más prolongado. Por lo que el traslado del paciente debe ser lo más rápido posi­ble a un centro sanitario donde pueda realizarse una asis­tencia definitiva. Para llevar al paciente a este centro, debe identificar sin demora la gravedad de las lesiones del pa­ciente, aplicar  medidas de reanimación que puedan estabilizar al paciente y preparar un traslado rápido a un centro sanitario apropiado. El tiempo empleado en el lugar del incidente no debe superar los 10 minutos y cuanto más corto sea, mejor. Cuanto más tiempo esté el paciente en el lugar del incidente, mayor será el riesgo de muerte. Estos parámetros temporales cambian cuando existen circunstancias como una extricación prolongada, un retraso en el traslado o cualquier otra contingencia inesperada.
El tratamiento de un paciente de emergencias y urgencias requiere de una evaluación rápida y del establecimiento del soporte vital lo más antes posible que salve la vida del paciente. Debido a que el tiempo es esencial por lo que  se debe establecer  un abordaje sistemático,  fácil de realizar y de aplicar. A estos procedimientos se denominan Evaluación primaria o inicial del paciente que incluye:
      Preparación
      Triage
      Evaluación  primaria (A, B, C, D, E, F)
      Soporte vital, tratamiento o reanimación
      Anexos para la revisión primaria
      Consideraciones de eventual traslado del paciente
      Revisión secundaria ( de la cabeza a los pies e historia del paciente)
      Anexos para la revisión secundaria
      Revaluación y monitorización después del soporte vital
      Cuidados definitivos
Tanto la revisión primaria como la secundaria deben realizarse en forma repetida y frecuente para poder detectar cualquier deterioro en el estado del paciente e iniciar cualquier tratamiento que sea necesario al momento de encontrar los cambios desfavorables.
PRIORIDADES:
Evaluación de la escena (dimensiones de la escena): Implica establecer que es segura y considerar con atención la naturaleza exacta de la situación. Se  puede evaluar la seguridad y las circunstancias de la escena conforme nos acercamos al paciente; no obstante, los aspectos identificados en esta evaluación deben solucionarse antes de comenzar la evaluación del paciente. Al empezar la evaluación al paciente y el sitio de la escena hay que insistir en el cumplimiento de un orden:
·         Problemas que pueden provocar la muerte
·         Problemas que pueden ocasionar la pérdida de una extremidad
·         Otros problemas que no comprometen la vida ni las extremidades.
Todo esto con el objetivo de interpretar los hallazgos y fijar las prioridades
La evaluación del paciente comienza bastante antes de llegar junto a él. El aviso co­mienza con la información inicial sobre el incidente y el paciente, basada en informes de los testigos o en infor­mación proporcionada por otras unidades que han llegado antes al lugar. Comienza el pro­ceso de recogida de información sobre el terreno mediante evaluación de la escena, observación de la familia y de los testigos y obtención de una impresión general de la escena, todo antes de tomar contacto con el paciente.
Obtenemos la información simplemente observando, escu­chando y catalogando la mayor cantidad de información posible del ambiente. La escena proporciona a menudo información sobre los mecanismos de lesión, la situación previa al episodio y el grado general de seguridad.
La evaluación de la escena tiene dos componentes:
1)      Seguridad: La consideración principal al aproximarse a una escena es la seguridad del personal sanitario. Un profesional sanitario no debe intentar un rescate a menos que esté entrenado para hacerlo. Si la escena es insegura, debe mantenerse a distancia hasta que el personal adecuado haya mejorado dicha seguridad. La seguridad de la escena no se refiere sólo a la seguridad del profesional de la asistencia, ya que la seguridad del paciente tiene también una importancia fundamental, (al protegernos a nosotros también protegemos al paciente).  Se debe trasladar al paciente en situación de peligro a una zona segura antes de comenzar la evaluación y el tratamiento. Debemos evaluar todos los riesgos posibles de la situación para asegurarse de que no existe ninguno para el paciente o los profesionales de la asistencia. Las amenazas para la seguridad del paciente o del reanimador son el fuego, los tendidos eléctricos, los explosivos, los materiales peligrosos, como sangre y líquidos corporales, el tráfico, las corrientes de agua, las armas (p. ej., pistolas, cuchillos, etc.) o las circunstancias ambientales, etc.
2)      Situación: Se debe valorar varias cuestiones para evaluar mejor la situación de la escena. ¿Qué ha ocurrido aquí realmente? ¿Por qué se ha pedido ayuda? ¿Cuál ha sido el mecanismo de lesión y qué fuerzas y energías han provocado las lesiones? ¿Cuántas personas están afectadas y de qué edad? ¿Son necesarias unidades de emergencias adicionales para el tratamiento o el traslado? ¿Es necesaria la ayuda de un hospital o seguro? ¿Son necesarios otros recursos u otro personal, como policía, bomberos o la compañía eléctrica? ¿Es necesario material especial para extricación o rescate? ¿Es necesario transporte especial, como un helicóptero o barcos?
PRECAUCION  UNIVERSAL:
Todo el personal sanitario, debe cumplir las precauciones universales al contactar con los pacientes. Estas precauciones se desarro­llaron para prevenir el contacto directo de los profesionales con las sustancias corporales del paciente (p. ej., sangre, saliva, vómito). La Occupational Safety and Health Administraüon (Agencia de salud y segu­ridad en el trabajo, OSHA) ha desarrollado normativas que obligan a cumplir las precauciones universales en el lugar de trabajo. Los artícu­los incluidos en dichas precauciones son los guantes, batas, mascarillas y máscaras de protección o gafas transparentes (protección ocular) y ropa adecuada (ropa fosforecente o retroreflectiva). (Fig. 1).
Deben cumplir también las normas locales o los protocolos específicos de bioseguridad. Se debe tener mucho cuidado al manipular elementos cortantes (p. ej., agujas, bisturís, etc.) contaminados con la sangre u otros líquidos corporales del paciente. Siempre que sea posible, deben tener acceso a dis­positivos que incorporen elementos de protección.
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Descripción: http://www.manacornoticias.com/upload/fotos/cruz_roja.jpg
Fig. 1: Precaución Universal 

PREPARACION:
La preparación se realiza en dos escenarios. Primero durante la fase pre-hospitalaria, que deben ser coordinadas con el personal medico que recibirá el paciente. Transmitiendo toda la información obtenida del paciente, e informando sobre el estado actual del paciente y los resultados de su evaluación primaria, secundaria y sus exámenes complementarios que se pudieron realizar hasta ese momento. Segundo durante la fase hospitalaria donde se deben realizar preparativos para el soporte vital rápida del paciente, debemos tener todo listo según el caso, las camillas, las lámparas funcionando, verificar si el laringoscopio tiene pilas, preparar soluciones, unidades de sangre y medicamentos, llamar a especialistas según el caso, preparar el quirófano para una posible cirugía. Etc.  
TRIAGE:
Triage (del francés, tñage) significa «clasificar». Es el método de selección y clasificación de paciente  basado en sus necesidades terapéuticas y en los recursos disponibles para su atención. Y posterior traslado a centros especializados de atención primaria, de segundo nivel, de tercer nivel o unidades de terapia intensiva, de acuerdo al caso del paciente. También nos ayu­dan a determinar el nivel, la urgencia o emergencia y magnitud de las medidas de manejo inicial en el paciente. Estos criterios toman en cuenta el estado fisiológico del paciente, las lesiones anatómicas evidentes, el mecanismo de la le­sión, la patología concomitante y los factores que puedan modificar el pronóstico del paciente.
El Triage debe ser aplicado en el sitio del accidente  comandado por el personal medico o paramédico mas capacitado que se encuentra en ese momento, que pueda dirigir el triage y ordenar al resto del personal sanitario.
Existen dos tipos de situaciones de triage:
Múltiples lesionados: Cuando el número de pacientes y la gravedad de sus lesiones no sobrepasan al personal sanitario. Se atiende primero a los pacientes con peligro inmediato de vida y los que tienen lesiones múltiples
Accidentes masivos o desastres: Cuando el número de pacientes y la gravedad de sus lesiones sobrepasan la capacidad del personal sanitario. Se debe tratar primero  a los pacientes con mayor posibilidad de sobrevivir, menor consumo de tiempo, de equipo, de material y de personal.
El objetivo del triage es salvar el mayor número posible de pacientes según las circunstancias y los recursos dispo­nibles. El profesional debe tomar decisiones sobre a qué paciente tratar en primer lu­gar. Las reglas habituales para salvar la vida no son aplica­bles en los accidentes masivos o desastres. En este caso, el paciente con lesiones graves puede considerarse una prioridad se­cundaria. Retrasando el tratamiento hasta disponer de más material y personal. Se trata de circunstancias delicadas, pero el profesional debe responder rápida y correctamente. Por ejemplo un equipo de asistencia médica no debe emprender esfuerzos para reanimar a un paciente en parada cardíaca con una probabilidad de super­vivencia escasa o nula mientras otros pacientes mueren por obstrucción de la vía aérea o hemorragia externa que si se los puede salvar.
El «es­quema de clasificación» empleado con más frecuencia separa a los pacientes en cinco categorías según la necesidad de asis­tencia y la probabilidad de supervivencia. También se debe utilizar colores para que sea mas fácil la clasificación distinguir la prioridad de atención.
Inmediata: (color rojo). Pacientes cuyas lesiones son críticas, pero que tan sólo requieren un tiempo o material mínimo para su tratamiento y con un buen pronóstico de supervivencia. Por ejemplo un paciente con una vía aérea obstruida o una hemorragia externa masiva.
Diferida: (color amarillo). Pacientes cuyas lesiones son debilitantes, pero que no requieren un tratamiento inmediato para salvar la vida o una extremidad. Por ejemplo una fractura en un hueso largo.
Expectante: (color naranja). Pacientes cuyas lesiones son tan graves que tienen una probabilidad mínima de supervivencia. Por ejemplo una quemadura de tercer grado del 90% de superficie corporal quemada y una lesión pulmonar térmica.
Mínima: (color verde). Pacientes con lesiones menores, denominados con frecuencia «heridos que pueden caminar», que pueden esperar o que incluso pueden ayudar a tranquilizar a otros pacientes.
Muerte: (color negro) Pacientes que no responden, no tienen pulso ni respiran. En un desastre, los recursos pocas veces permiten intentar la reanimación de los pacientes en parada cardiaca.
TARJETA DE TRIAGE
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EVALUACION PRIMARIA O INICIAL:
Es fundamental una evaluación rápida, un co­mienzo inmediato del soporte vital y un traslado sin de­mora a un centro especializado adecuado. Esto significa que debemos  hacerlo rápido, de un modo eficiente y durante el traslado al centro de referencia. Siempre hay que realizar una determinación rápida de las prioridades y una evaluación inicial de las lesiones con riesgo vital.
La causa más frecuente de las lesiones con riesgo vital es la ausencia de una oxigenación adecuada de los tejidos, que lleva a un metabolismo (producción de energía) anaerobio (sin oxígeno). El descenso en la producción de energía que se produce en el metabolismo anaerobio se denomina shock. Para un metabolismo normal son necesarios tres elementos: 1) oxigenación de los hematíes en el pulmón, 2) transporte de oxígeno por los hematíes a todas las células del orga­nismo, 3) liberación de este oxígeno en las células. El soporte vital implica; la valoración primaria que van dirigidas a identificar y corregir estos elementos. Este proceso constituye el llamado A, B, C, D, E, F, y permite identificar las situaciones que ponen en peligro inmediato la vida del paciente, y debemos seguir este protocolo de forma ordenada y sin obviar ningún pasó: (Fig. 2)
Descripción: C:\Users\DANIELA MARCELA\Pictures\tema 1\abc-circulacion.jpg
Fig.2: Evaluación primaria
·         A: Mantenimiento de la vida área y control de la columna cervical
·         B: Ventilación y respiración
·         C: Circulación con control de hemorragia
·         D: Déficit neurológico
·         E: Exposición del paciente previniendo la hipotermia
·         F: Identificación de factores de riesgo
Este método sigue un orden de prioridades, desde la perspectiva de que una obstrucción de la vida aérea lleva a la muerte más rápidamente que un trastorno en la respiración y esta a su vez, más rápido que una hemorragia, que conduciría a una muerte más rápidamente que una lesión expansiva intracraneal.
Durante la evaluación primaria, se identifican las situaciones que ponen en peligro la vida del paciente y simultáneamente se inicia su tratamiento. Se debe realizar de forma rápida valorando las funciones vitales y su preservación o restitución.
La valoración primaria comienza con una visión general, global o simultánea, del estado del aparato respiratorio, circulatorio y del estado neurológico del paciente para iden­tificar los problemas importantes externamente obvios de la oxigenación, circulación, hemorragia o deformidades groseras. Cuando nos acercamos al paciente, se observa si éste mantiene una respiración efi­caz, si está consciente o inconsciente, si es capaz de sujetarse por sí mismo y si se mueve de forma espontánea. Una vez al lado del paciente, una exploración rápida del pulso radial o carotideo nos permite evaluar la presencia, calidad y frecuencia de la actividad circulatoria (muy rápida, muy lenta o normal). Simultáneamente podemos  apreciar la tem­peratura y la humedad de la piel y preguntar al paciente «qué ha sucedido». La respuesta verbal del paciente nos indica el estado global de la vía aérea, si la ventilación es normal o di­ficultosa y la cantidad aproximada de aire que se mueve con cada respiración. Se debe determinar el nivel de conciencia y su estado mental. « ¿Dónde se ha lesio­nado?» es la siguiente pregunta que se puede hacer, mientras comprueba el color de la piel y el tiempo de relleno capilar. La respuesta indica si el paciente puede localizar el dolor y puede ayudar a identificar los puntos de lesión más probables. Después, podemos realizar una exploración de la cabeza a los pies en busca de signos de hemorragia mientras recogemos todos los datos preliminares para la valoración primaria. Durante este tiempo, se ha obtenido una visión general del paciente, ha­ciendo durante los primeros segundos de contacto una va­loración global de la situación y una evaluación de las posibilidades de riesgo vital. Después podemos clasificar la in­formación según las prioridades, categorizar la gravedad de las lesiones y estado del paciente e identificar qué lesión o trastorno debe ser tratado en primer lugar. En 15 a 30 se­gundos, se ha obtenido una im­presión general del estado general del paciente.
Esta impresión general determina si el paciente está ya o está a punto de entrar en un estado crítico y evalúa rápida­mente su estado general. La impresión general aporta a menudo toda la información necesaria para determinar si son necesarios recursos adicionales, como unidades de terapia intensiva (UTI).
Las prioridades para la atención del paciente pediá­trico son básicamente las mismas que para el adulto. Si bien las cantidades de sangre, líquidos y medica­mentos, el tamaño del niño, el grado de pérdida de ca­lor y las características de las lesiones pueden ser diferentes, la evaluación y prioridades de tratamiento son iguales.
Las prioridades para la atención de la mujer embara­zada son similares a las de las no embarazadas, de­biéndose tener en cuenta los cambios anatómicos y fi­siológicos del embarazo. El reconocer en forma temprana el embarazo, mediante la palpación del abdomen para detectar un útero grávido, los exá­menes de laboratorio (HCG) y una evaluación fetal temprana son importantes para la sobrevida materna y fetal.
En los adultos mayores. Al aumentar la expectativa de vida, los padeci­mientos cardiovasculares y el cáncer sobrepasan la incidencia de trauma como las causas principales de muerte. Es interesante que, según el sistema de califi­cación de gravedad de las lesiones (ISS), el riesgo de muerte por cualquier tipo de lesión en los niveles ba­jos y moderados de gravedad es mayor en el hombre que en la mujer ancianos. Las maniobras de soporte vital en este grupo requieren atención especial. El proceso de envejecimiento disminuye la reserva fisio­lógica del paciente adulto mayor. Las cardió­patas, neumopatías y enfermedades metabólicas crónicas pueden disminuir la capacidad del paciente para responder a lesiones en la misma forma en que los pacientes jóvenes son capaces de compensar el es­trés fisiológico que les causa la lesión. Las enfermeda­des asociadas, como diabetes, insuficiencia cardiaca congestiva, enfermedad coronaria, enfermedades respiratorias restrictiva u obstructiva, coagulopatías, hepatopatías y vasculopatía periférica son más fre­cuentes y afectan en forma negativa la evolución des­pués de una lesión en un paciente anciano. El uso cró­nico de medicamentos y la polifarmacia que presentan la mayoría de los adultos mayores, pueden alterar la respuesta fisiológica normal a la lesión. Una ventana terapéutica estrecha generalmente lleva a reanimar en exceso o en forma insuficiente a esta población de pacientes, por lo que se requiere de una monitorización invasiva tem­prana como un complemento invaluable para el tratamiento. A pesar de estos hechos, cuando el tratamien­to es adecuado la mayoría de los pacientes adultos mayores se recuperarán y regresarán al estado previo a la lesión. La reanimación rápida y agresiva, unida al reconocimiento temprano de enfermedades preexistentes y uso de medicamentos previos a la le­sión, puede mejorar la sobrevida de este grupo.
A: VIA AEREA CON CONTROL O ESTABILIZACION DE LA COLUMNA CERVICAL
Se debe compro­bar la vía aérea del paciente de inmediato para asegurarse de que está permeable (abierta y sin obstáculos) y de que no existe riesgo de obstrucción. Se debe controlar la permeabilidad de la vía aérea. Que debe incluir la inspección, buscando cuerpos extraños, fracturas faciales, mandibulares, de tráquea o laringes; o cualquier causa que pueda producir obstrucción de vías aéreas. Se deben realizar la maniobra frente mentón para permeabilizar la vía aérea y desplazando la lengua hacia adelante y protegiendo simultáneamente la columna cervical.
Debemos empezar la evaluación con la pregunta ¿Cómo se encuentra? Que nos permite valorar el nivel de conciencia y la permeabilidad de la vía  área. Si puede hablar el paciente esta consciente y la vía aérea permeable y se debe inmovilizar la cabeza y cuello de forma manual y luego colocar un collarín cervical. Si no contesta la vía aérea está comprome­tida, se debe abrir inicialmente con métodos manuales ele­vación de la barbilla o desplazamiento de la mandíbula (maniobra frente mentón) (Fig. 3) se inspecciona y limpia la cavidad oral, se comprueba si respira o no, y se debe extraer la sangre u otras secreciones corporales si fuera necesario, conjuntamente con la inmovilización manual de la cabeza y cuello y posterior inmovilización con collarín cervical (Fig.4). Por último, cuando disponga de ma­terial y tiempo, el control de la vía aérea puede realizarse con métodos mecánicos (cánula orofaríngea o de guedel (Fig. 5), cánula nasofa­ríngea o intubación endotraqueal) o transtraqueales (venti­lación transtraqueal percutánea).
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Fig. 3: Maniobra frente mentón
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Fig.4: Collarín cervical
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Fig. 5: Cánula de Guedel
Es prudente realizar evaluaciones repetidas de la permeabilidad de la vía aérea. En forma adicional, los pacientes con lesión craneoencefálica grave con alteración en el estado de conciencia o escala de coma de Glasgow de 8 o menor, generalmente requieren la colocación de una vía aérea definitiva (intubación). El hallazgo de respuestas motoras sin propósito sugiere fuertemen­te la necesidad de un manejo definitivo de la vía aérea.
El tratamiento de la vía aérea pediátrica requiere del conocimiento de rasgos anatómicos únicos, como son la posición y el tamaño de la laringe en los niños, así como del equipo especial para ellos. Debe suponer la existencia de lesión de columna cervical en cualquier paciente con trauma multisistémico, especialmente si se pre­senta con alteración del estado de conciencia o con traumatismo cerrado por arriba de la clavícula.
Se deben realizar en forma rápida todos los esfuerzos por identificar el compromiso de la vía aérea y asegu­rar una vía aérea definitiva. De igual importancia es el tener la capacidad de reconocer cualquier proble­ma que pueda comprometer la vía aérea en forma progresiva. La reevaluación frecuente de la vía aérea identificará al paciente que está perdiendo la capaci­dad de mantener una vía aérea adecuada. La vía aérea siempre debe estar permeable antes de pasar al siguiente escalón
ESTABILIZACIÓN DE LA COLUMNA CERVICAL: (Fig. 6)
Debemos suponer la existencia de lesión de columna cervical en cualquier paciente con trauma multisistémico, especialmente si se pre­senta con alteración del estado de conciencia o con traumatismo cerrado por arriba de la clavícula, También todo paciente de emergencias con un mecanismo de lesión importante es sos­pechoso de presentar una lesión medular hasta que se com­pruebe que no es así. Por tanto, siempre debemos tomar en cuenta la posibilidad de que haya una lesión en la columna cervical. Un movimiento excesivo puede agravar o producir daño neurológico porque puede provocar una compresión ósea en presencia de una fractura vertebral. La solución es asegurarse de que el cuello del paciente se mantiene manualmente en posición neutra durante la apertura de la vía aérea y la administración de la ventilación necesaria. Esto no significa que no pueda o no deba aplicar las téc­nicas de mantenimiento de la vía aérea necesarias descritas con anterioridad. Por el contrario, supone que debe realizar estas técnicas al tiempo que protege la columna cervical del paciente frente a los movimientos innecesarios. Cuando se ha iniciado las medidas de prevención de una lesión cervical, debemos inmovi­lizar toda la columna vertebral del paciente. Por tanto, todo el cuerpo del paciente debe estar alineado y bien asegurado, para evitar el movimiento en péndulo que puede lesionar aun más la columna cervical. (Fig.7).
Descripción: C:\Users\DANIELA MARCELA\Pictures\thumbnail.jpgDescripción: http://1.bp.blogspot.com/-Qub4Uh1Nx5s/Ttt59zH80zI/AAAAAAAABiI/SnmcdZ_elwc/s1600/AFDBJJAJ.jpg
Fig.6: Estabilización de columna cervical
Descripción: http://www.eccpn.aibarra.org/temario/seccion8/capitulo132/6.jpg
Fig. 7: Inmovilizar del paciente
Se debe evitar movimientos excesivos de la columna cervical. Si es necesario retirar temporalmente el collarín cervical o los dispositivos de fijación cervical, teniendo el cuidado de  que un miembro del equipo debe mantener la cabeza y el cuello alineados y firmes. Los dispositivos de fijación deben mantenerse colocados hasta que se haya descartado una lesión de la columna cervical, por medio de estudios complementarios (rayos x, tomografía, Resonancia magnética).
B: VENTILACION Y RESPIRACION:
La permeabilidad aislada de la vía aérea no asegura una ventilación satisfactoria. Para asegurar la máxi­ma oxigenación y eliminación de anhídrido carbóni­co, es indispensable un intercambio gaseoso adecua­do. La ventilación necesita una función adecuada de los pulmones, la pared torácica y el diafragma. Cada una de estas estructuras debe examinarse y evaluarse rápidamente.
Para evaluar en forma adecuada los movimientos del tórax durante la ventilación, el tórax del paciente debe estar expuesto. Primeramente se debe auscultar para determinar el flujo de aire a los pulmones. La percusión puede ayudar a detectar la presencia de aire o sangre en la cavidad pleural. La inspección y la palpación pueden detectar lesiones de la pared torá­cica que comprometen la ventilación. Para todo esto se puede utilizar el nemotécnico: (Fig. 8)
V: Ver (inspección)
O: Oír (auscultación)
S: Sentir (palpación y percusión)

Se debe valorar la respiración: ver, oír y sentir en 10 segundos, y así también es importante valorar la profundidad, si el paciente presenta una respiración superficial o profunda, además debemos valorar la frecuencia respiratoria. Un paciente puede respirar con una frecuen­cia respiratoria normal de 12 a 20 respiraciones por minuto pero con una profundidad ventilatoria muy reducida. Por el contrario, un paciente puede tener una profundidad ven­tilatoria normal con una frecuencia ventilatoria aumentada.
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Fig. 8: Control de la respiración
Se debe en pri­mer lugar hacer llegar de forma eficaz oxígeno a los pulmo­nes para iniciar el proceso metabólico. Puede producirse una hipoxia por una ventilación inadecuada de los pulmones y por la falta de oxigenación de los tejidos. Cuando la vía aérea del paciente está permeable puede evaluarse la calidad y la cantidad de la respiración (ventilación) del paciente. A continuación se debe realizar lo siguiente:
Comprobar si el paciente respira:
·         Si el paciente respira se administra oxigeno al 100% a 15 Lt./min por bigotera o mascarilla de oxigeno.
·         Se practicara intubación con inmovilización cervical (no debe tardarse más de 20seg. en el intento). Si no es factible, se mantendrá ventilación con bolsa autoinflable.
·         Si el paciente no respira (apnea), debemos comenzar de inmediato la ventilación asistida con un dispositivo de mascarilla-válvula-bolsa (MVB) con oxígeno suplementario al 100% a 15 Lt./min., antes de continuar la evaluación. (Fig. 9)
·         Asegurarse de que la vía aérea del paciente está permeable, continuamos con la ventilación asistida y nos preparamos para introducir un tubo en la vía aérea por vía oral o nasal, intubar o lograr por otros medios una protección mecánica de la vía aérea.
·         Si el paciente respira, estimar la idoneidad de la frecuencia y de la profundidad respiratoria para determinar si el paciente está moviendo suficiente aire y evaluar la oxigenación. Asegurarse de que la concentración de oxígeno inspirado es del 85% o mayor (medido con un pulsioximetro o saturometro) (Fig. 10).
·         Observar con rapidez si el tórax del paciente se eleva y si el paciente está consciente, oírle hablar para valorar si puede decir una frase entera sin dificultad.
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Fig. 9
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Fig. 10: Pulsioximetro
La frecuencia respiratoria o ventilatoria puede dividirse en cinco niveles:
·         Apnea: El paciente no respira.
·         Lenta (bradipnea): (menor a 12 respiraciones por minuto). Una frecuencia ventilatoria muy lenta que puede indicar isquemia (disminución del aporte de oxígeno) al cerebro. Por lo que se debe ayudar o sustituir por completo la respiración con un dispositivo de mascarilla-válvula-bolsa (MVB). El soporte ventilatorio asistido o total con el dispositivo MVB debe incluir oxígeno suplementario con una concentración de oxígeno del 85% (FiO2 de 0,85 o mayor)
·         Normal (eupnea): (12 a 20 respiraciones por minuto): Aunque el paciente puede parecer estable, puede estar indicado administrar oxígeno suplementario.
·                  Rápida (taquipnea): (20 y 30 respiraciones por minuto): Los indicadores de aumento de la frecuencia ventilatoria son la acumulación de dióxido de carbono (CO.) en sangre o un descenso de la concentración de oxigeno (O2) en sangre. Y también se debe valorar una frecuencia ventilatoria anormal. Una frecuencia rápida indica que no está llegando suficiente oxígeno a los tejidos, esta falta de oxígeno origina un metabolismo anaerobio, seguido de un aumento del C02. El sistema de alerta del organismo detecta un aumento de la concentración de C02 y estimula al sistema ventilatorio para que aumente la frecuencia y elimine el exceso. Por tanto, un aumento de la frecuencia ventilatoria puede indicar que el paciente necesita mejorar la perfusión, la oxigenación o ambas. En este caso está indicada la administración de oxígeno suplementario para alcanzar una concentración de oxígeno del 85% o superior (una FiO2, de 0,85 o superior) al menos hasta que se haya determinado el estado general del paciente. Es muy importante no prolongar muchos días la administración continua de oxigeno, ya que nuestro cerebro se estimula con CO2 no con oxigeno, por lo tanto si prolongamos muchos días la administración de oxigeno, nuestro paciente no podrá valerse por si solo, ya que pierde la sensibilidad al CO2 y se volverá dependiente de oxigeno.
·                  Anormalmente rápida: (mayor a 30 respiraciones por minuto, taquipnea grave) indica hipoxia, metabolismo anaerobio o ambos, con la consiguiente acidosis. Se debe comenzar de inmediato la ventilación asistida con un dispositivo mascarilla-válvula-bolsa (MVB) con oxígeno suplementario para lograr una concentración de oxígeno del 85% o superior (una FiO2 de 0,85 o mayor). Debe intentar conocer de inmediato la causa de esta frecuencia ventilatoria tan rápida. ¿Se trata de un problema de oxigenación o es un problema de los hematíes?.
Ante esta ventilación anormal, debemos exponer, observar y palpar el tórax de inmediato. Debemos auscultar los pulmones para identificar los ruidos respiratorios anormales, disminuidos o abolidos. Las lesiones que pueden impedir la ventilación son por ej. El neumotórax a tensión o hemotórax a tensión, las lesiones de la médula espinal o los traumatismos craneoencefálicos. Hay que identificar estas lesiones durante la valoración primaria y debe iniciarse de inmediato el soporte vital ventilatorio necesario.
SOPORTE VITAL DE LA VIA AEREA BASADO EN LA FRECUENCIA RESPIRATORIA
FRECUENCIA RESPITARORIA (resp/min)                            TRATAMIENTO
·         Lenta (<12)                                        Ventilación asistida o total 02 >85%(Fio2 >0,85)
·         Normal (12-20)                                  Observación; considerar administrar oxigeno              
·         Rápido (>20)                                      Administración de oxígeno (Fio2 >0,85)
·         Anormalmente rápido (>30)             Ventilación asistida (Fio2 >0,85)
Las lesiones que pueden alterar en forma aguda la ventilación en casos de accidentes o en casos de emergencias son por ej.: el neumotórax a tensión, el tórax inestable con contusión pulmonar, el hemotórax ma­sivo y el neumotórax abierto. Estas lesiones deben ser identificadas en la revisión primaria. El neumotórax o hemotórax simple, las costillas fracturadas y la con­tusión pulmonar pueden comprometer la ventilación en un grado menor, y generalmente se identifican en la revisión secundaria. Por lo que se buscarán activamente y se tratarán estas lesiones:
SOPORTE VITAL:
Neumotórax abierto: Se coloca gasa o compresa vaselinada fijándola por tres bordes, dejando un borde libre. Se administra oxigeno al 100% a 15 Lt/min.
Neumotórax a tensión: Se colocara catéter en el segundo espacio intercostal en la línea medio clavicular. Colocar un dedo de guante o válvula de Heimlich sobre el mismo. Se administra oxigeno al 100% a 15 Lt/min.
Hemotorax masivo: Se administra oxigeno al 100% a 15 Lt/min. Se perfunden soluciones cristaloides de forma rápida y se realiza una evacuación inmediata al Hospital más cercano, para realizar drenaje del hemotórax y posterior descompresión.
Tórax inestable o volet costal: Se aplica una mascarilla con oxigeno al 100% a 15 Lt/min. y se pautan analgésicos, opioides si es posible o, en su defecto, AINE, para tratar el dolor intenso que presentan estos pacientes que les impide respirar de forma normal.
C.- CIRCULACIÓN CON CONTROL DE HEMORRAGIA:
La valoración inicial de la situación hemodinámica se realiza utilizando parámetros clínicos como la presión arterial sistémica con el parámetro de 120 a 80 mmHg. y una presión arterial media de 100 mmHg., la frecuencia cardiaca entre 60 a 100 latidos por minuto, junto al descenso de la diuresis, que son los signos mas precoces. El descenso de la presión arterial requiere una perdida entre 1500 y 2000 ml. de sangre. Un paso más avanzado requiere la determinación del hematocrito, exceso de bases (da una estimación de la acidosis tisular por hipoperfusión) y lactato sérico (como marcador indirecto del debito de oxigeno, hipoperfusión tisular y gravedad del shock hemorrágico).
La hemorragia constituye la causa de muerte pre­venible más importante. La hipotensión después de un traumatismo debe considerarse de origen hipovolémico hasta que se demuestre lo contrario. Por lo tanto, es esencial realizar una revisión rápida y precisa del estado hemodinámico del paciente. Los datos de observación clínica que en segundos dan información clave son: el nivel del estado de conciencia, el color de la piel y el pulso.
a) Estado de conciencia: Al disminuir el volumen circulante, la perfu­sión cerebral se altera en forma crítica e impor­tante, dando lugar a una alteración en el nivel de conciencia. Sin embargo, el paciente puede estar consciente y haber perdido una gran cantidad de sangre. Por ej. En el caso de pacientes pediátricos que tienen una gran reserva fisiológica.
b) Color dé la piel: El color de la piel es de gran utilidad en la eva­luación del paciente. Un pacien­te con piel rosada, especialmente en la cara, los labios, las mucosas, las conjuntivas y las extremidades en sus partes más distales, rara vez estará gravemente hipovolémico. Por el contrario, la presencia de una cara color cenizo, cianótico y palido a nivel de los labios, conjuntivas, mucosas  y la cianosis o palidez acentuada de las extremidades en sus partes más son consideradas datos evidentes de hipovolemia.
c) Pulso: Los pulsos más accesibles para la exploración son los centrales (radial,  carotídeo y femoral); deben ser evaluados bilateralmente, buscando su amplitud, frecuencia y ritmo. Los pulsos peri­féricos llenos, lentos y con ritmo regular, ge­neralmente indican una relativa normovolemia en un paciente que no ha estado en tratamiento con agentes betabloqueadores. El pulso rápido y débil es signo temprano de hipovolemia, aunque también puede tener otras causas. Una frecuencia normal de pulso no asegura una normovolemia. Un pulso irre­gular es por lo general, una advertencia de disfunción cardiaca en potencia. La ausencia de pulsos centrales, cuando ésta no se atribu­ye a factores locales, indica la necesidad de instituir medidas inmediatas de soporte vital para restablecer el volumen sanguíneo perdi­do y un gasto cardiaco adecuado, y así evitar la muerte.
Control de la hemorragia

Debemos realizar compresión directa en la herida para poder parar la hemorragia. Esta contraindicado el uso de ligaduras por la isquemia que producen a nivel distal de la hemorragia. Se debe identi­ficar y controlar la hemorragia externa en la valoración primaria, lo más antes posible porque si no se controla, existe la posibilidad de que el paciente fallezca aumenta drásticamente. Pero no debe impresionarnos en caso de las prioridades que debemos seguir primero el A: permeabilizar vía aérea, B: ventilación, ya que una alteración a estos niveles son más letales que una hemorragia. Los tres tipos de hemorragia externa son (Fig. 11):
Hemorragia capilar: causada por abrasiones que erosionan los capilares diminutos inmediatamente por debajo de la superficie de la piel. La hemorragia capilar se suele ralentizar o incluso detener antes de la llegada del personal sanitario.
Hemorragia venosa: procedente de una zona más profunda de los tejidos que suele controlarse con una presión directa suave. Habitualmente, la hemorragia venosa no suele ocasionar riesgo vital a menos que las" lesiones sean graves o no se controle la pérdida de sangre.
Hemorragia arterial: causada por una lesión que ha seccionado una arteria. Es el tipo de pérdida de sangre más importante y más difícil de controlar. Se caracteriza por la salida pulsátil de sangre de color rojo brillante. Incluso una herida profunda pequeña con punción arterial puede provocar una pérdida de sangre con riesgo vital.
Fig. 11: Tipos de hemorragia
Debemos con­trolar la hemorragia según los pasos siguientes:
1.  Presión directa: Aplicación de presión en la zona de sangrado. Se lo hace colocando un apósito  o compresas directamente sobre la zona y aplicando presión. La aplicación de presión directa requiere toda la atención de uno de los profesionales de soporte vital. Sin embargo, si no se controla el sangrado, carece de importancia la cantidad de oxígeno o de líquido que recibe el paciente, ya que ambos se pierden por la herida.
2. Elevación: Debemos elevar la extremidad. La sangre puede tardar más en «escalar» a la extremidad debido al efecto de la gravedad. Hay que tener cuidado al elevar la extremidad cuando pueda haber una fractura o luxación.
3. Puntos de presión: También puede controlar la pérdida de sangre aplicando presión profunda en un punto de la arteria proximal a la herida. Se trata de un intento de detener el flujo de sangre hacia la misma, disminuyendo así la cantidad de sangre perdida por la herida, mediante compresión manual para obstruir la arteria. Los principales puntos de presión del organismo son la arteria braquial, que impide el flujo de sangre al antebrazo; la arteria axilar, para la hemorragia más proximal en la extremidad superior; la arteria poplítea, que impide el flujo de sangre hacia la pierna, y la arteria femoral en el pliegue inguinal, para la hemorragia más proximal en la extremidad inferior. (Fig.12)
Fig. 12
4. Torniquetes: Se debe usar torniquetes sólo si no se dispone de otra alternativa y no conseguimos detener la hemorragia por otros medios. El uso de un torniquete es el último recurso. (Excepto en circunstancias inusuales, como la amputación traumática de una extremidad), ya que lesionan los tejidos y causan isquemia distal.
5. Férulas neumáticas: También pueden ayu­dar a controlar la hemorragia, debiendo éstas ser transparentes, lo que permite observar el sangra­do. También podemos utilizar un manguito de presión de un tensiómetro convencional, aplicando la presión mínima que inhiba la hemorragia, liberando periódicamente.
6. Suturas: Debemos realizar suturas en las heridas sangrantes lo más antes posible para parar la hemorragia de forma definitiva o transitoria, pero no debemos anticiparnos al realizarlo.  
El uso de pin­zas hemostáticas hace perder tiempo y puede le­sionar estructuras vecinas, como nervios y venas. Los sitios más importantes de una hemorragia mayor oculta son: dentro de la cavidad torácica o abdominal, hacia tejidos blandos alrededor de la fractura de un hueso largo importante por ej. El fémur que es el hueso más sangrante, la pelvis en el es­pacio retroperitoneal debido a una fractura de pelvis, o como resultado de una herida penetran­te.
El control rápido de la pérdida de sangre es uno de los objetivos más importantes en el soporte vital. La valoración primaria no puede avanzar al siguiente punto hasta que se controle la hemorragia.
En el caso de una hemorragia externa, la aplicación de pre­sión directa controla la mayoría de las hemorragias serias hasta que se pueda trasladar al paciente a un centro que disponga de equipo especializado necesario.
Si se sospecha una hemorragia interna se debe exponer de inmediato el abdomen del paciente para inspeccionarlo y palparlo en busca de signos de lesión. También debemos pal­par la pelvis porque una fractura pélvica es una fuente prin­cipal de sangrado intraabdominal. Las fracturas pélvicas y las hemorragia internas se tratan mediante el traslado rá­pido, y repo­sición inmediata de líquidos calientes por vía intravenosa.
Muchas causas de hemorragia son difíciles de controlar y el soporte vital adecuado es el traslado rápido del paciente a un centro con equipamiento ma­terial y humano apropiado para un control rápido de la he­morragia en el quirófano.
Podemos conocer el estado hemodinámico en el paciente mediante:
Perfusión: Se puede cono­cer el estado circulatorio global del paciente comprobando el pulso; el color, la temperatura y el grado de humedad de la piel, y el tiempo de llenado capilar.
Pulso: Se valora la presencia, calidad y regularidad del pulso. La presencia de pulso periférico palpable supone también una estimación aproximada de la tensión arterial. Una comprobación rápida del pulso revela si el paciente tiene taquicardia, bradicardia o un ritmo irregular. También podemos aportar información sobre la tensión arterial sistólica. Si no se palpa pulso radial en una extremidad no lesionada, es probable que el paciente haya entrado en la fase de descompensación del shock. En la valoración prima­ria no es necesaria una determinación de la frecuencia exacta del pulso. En su lugar se realiza una estimación rápida apro­ximada y la evaluación se concentra en otros aspectos im­portantes. Más adelante se determina la frecuencia de pulso real. Si no se palpa pulso carotideo o femoral, el paciente se puede hallar en parada cardiorrespiratoria. (Fig. 13)
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Fig. 13. Control del pulso
Piel: Valoramos el color. Una perfusión adecuada produce una coloración rosada de la piel. La piel palidece cuando la sangre se des­vía de esta región. Una coloración violácea indica una oxige­nación incompleta. La palidez se asocia a una mala perfusión. El color azulado se debe a la ausencia de sangre o de oxígeno. Los cambios de color suelen comenzar en los labios, encías o pulpejo de los dedos.
Temperatura: Una piel fría indica una perfusión dis­minuida, con independencia de la causa. Se debe tocar la piel con el dorso de la mano, ya que con los guantes puestos puede ser difícil obtener una valoración precisa. La temperatura normal de la piel es templada a la palpación, ni fría ni demasiado caliente. En condi­ciones normales los vasos sanguíneos no están dilatados y no transmiten el calor corporal a la superficie de la piel. En caso que el paciente este complicándose con un shock, puede existir también piel húmeda sudorosa y fría
Humedad: La piel seca indica buena perfusión. La piel húmeda se asocia a shock y disminución de la perfusión. Esta disminución de la perfusión se debe a que la sangre se acumula en los órganos vitales del organismo mediante va­soconstricción de los vasos periféricos.
Llenado capilar: Se debe comprobar el tiempo de llenado capilar pre­sionando el lecho ungueal o la palma de la mano. Esto expulsa la sangre del lecho capilar visible. La velocidad de retorno de la sangre al lecho (tiempo de relleno) es una indicación del flujo san­guíneo en el territorio más distal de la circulación. Un tiempo de relleno capilar superior a 3 segundos indica que los lechos capilares no están recibiendo una perfusión adecuada. No obstante, el tiempo de relleno capilar es un mal indicador del shock porque está influido por otros factores. Por ejemplo, la vasculopatía periférica (aterosclerosis), las bajas temperatu­ras, el uso de fármacos vasodilatadores o vasoconstrictores o la presencia de un shock neurogénico pueden alterar el resul­tado y en estas circunstancias es un indicador menos fiable de la función cardiovascular. El tiempo de relleno capilar sigue siendo útil para valorar la adecuación circulatoria, se debe usar siempre en combina­ción con otros hallazgos de la exploración física (como la tensión arterial).
Los ancianos, los niños, los atletas y otros con problemas médicos crónicos no respon­den a la pérdida de volumen en forma similar y ni si­quiera en forma normal.
1. Los pacientes ancianos sanos tienen una capacidad limitada para aumentar su frecuencia cardiaca en res­puesta a la pérdida sanguínea; de esta manera, se pierde uno de los signos tempranos de disminución de volumen, la taquicardia. En los pacientes ancianos, la presión sanguínea tiene poca correlación con el gasto cardiaco.
2. En el otro extremo, los niños tienen una reserva fi­siológica increíble y frecuentemente demuestran po­cos signos de hipovolemia, incluso después de una disminución importante de volumen. Cuando sufren algún deterioro, lo hacen en forma precipitada y ca­tastrófica.
3. El atleta bien entrenado tiene mecanismos com­pensatorios similares, normalmente está relativamente bradicárdico y con la pérdida sanguínea no muestra el nivel acostumbrado de taquicardia.
También es frecuente que la historia "AMPLIA", descrita más adelante en este capítulo, no se pueda obtener, y que el equipo que atiende al paciente no esta al tanto de los medicamentos que el paciente usa para el manejo de sus enfermedades crónicas. Lo adecuado es anticiparnos a la posibilidad de problemas y ser escépticos con respecto al aparente estado hemodinámicamente "normal" del paciente.
SOPORTE VITAL DE LA HEMORRAGIA:
Se canalizará, siempre que sea posible dos vías periféricas de grueso calibre: al mismo tiempo es importante realizar extracción de sangre para analizar bioquímicamente un hemograma completo, coagulación y realizar pruebas cruzadas.
En caso de hipotensión hay que perfundir soluciones cristaloides tibias (ringer lactato, normal o fisiológico) a chorro, y debemos valorar constantemente la presión y evitar que esta descienda y al contrario la debemos subir.
En caso de shock refractario al tratamiento con soluciones, hay que valorar un posible taponamiento cardiaco, u otra patología.
Monitorización cardiaca continúa del paciente
Reposición de volumen y hemoderivados: Aporte de concentrados de hematíes (paquete globular), para mantener un nivel de hemoglobina entre 7 y 9 g/dl, El plasma esta recomendanda en hemorragias masivas y en hemorragias con transtornos de la coagulación cuando el tiempo de protrombina o el tiempo de tromboplastina parcial activa es 1,5 veces el control, La transfusión de plaquetas solo se emplearan si la cifra es inferior a 50.000/ml o si se asocia traumatismo cráneo encefálico y es inferior a 100.000/ml. 
D. DÉFICIT NEUROLÓGICO
La evaluación neurológica mediante la Escala de Coma de Glasgow es un método simple y rápido para determinar el nivel de conciencia, y tiene carácter pro­nóstico (particularmente la mejor respuesta motora). Si no se realiza durante la evaluación primaria, de­berá realizarse como parte de una exploración neuroló­gica más completa y cuantitativa durante la evaluación secundaria.
Es un indicador indirecto de la oxigenación cere­bral. El objetivo es determinar el nivel de conciencia del pa­ciente y evaluar el riesgo de hipoxia. Se debe considerar que el paciente, combativo, ansioso o poco colaborador está hipóxico a menos que se demuestre lo contrario. La mayoría de los pacientes aceptan la ayuda cuando su vida está amena­zada. Si el paciente la rechaza, hay que preguntarse la razón. ¿Por qué se siente amenazado? Si el paciente se siente atemorizado por la situa­ción, debemos establecer una buena comunicación y ganarse su confianza. Si no existe ninguna amenaza en la situación, hay que considerar que se trata de una causa fisiológica, así como identificar y tratar los problemas reversibles. Durante la evaluación, debemos determinar a partir de la anamnesis si el paciente ha perdido la conciencia en algún momento tras la lesión, qué sustancias tóxicas pueden estar implicadas y si el paciente tiene algún trastorno previo que pueda ocasionar una pérdida de conciencia o una conducta anómala.
Una disminución del nivel de conciencia debe alertar de cuatro posibi­lidades:
·                  Disminución de la oxigenación cerebral (por hipoxia o hipoperfusión).
·         Lesión del sistema nervioso central.
·         Sobredosis de alcohol o drogas.
·         Trastorno metabólico (diabetes, convulsiones, parada cardiaca).

La escala del coma de Glasgow (GCS) es una herra­mienta utilizada para determinar el nivel de conciencia. Se trata de un método sencillo y rápido para evaluar la fun­ción cerebral y predice el pronóstico del paciente. También aporta una referencia de la función cerebral para evaluaciones neurológicas repetidas. Se divide en tres apartados: 1) apertura de los ojos; 2) mejor respuesta verbal, y 3) mejor respuesta motora. (Fig. 14). Se asigna una puntuación según la mejor respuesta en cada apartado.
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Fig.14 Escala de Coma de Glasgow



Escala de Coma de Glasgow:
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Por ej., si el ojo derecho del paciente está muy hinchado y no puede abrirlo, pero el ojo izquierdo se abre espontáneamente, el paciente recibe un «4» como mejor respuesta ocular. Si el paciente no abre los ojos de forma es­pontánea, el profesional de la asistencia debe pedirle que los abra. Si el paciente no responde a un estímulo verbal como éste, hay que aplicar un estímulo doloroso, como la com­presión del lecho ungueal con un bolígrafo o pellizcarle el tejido axilar.
El reanimador puede explorar la respuesta verbal del pa­ciente haciéndole una pregunta como: «¿Qué le ha pasa­do?». Si el paciente está bien orientado, dará una respuesta coherente. En caso contrario, la respuesta verbal del pa­ciente será puntuada como confusa, inapropiada, ininteligi­ble o ausente. Si el paciente está intubado, la puntuación de la GCS sólo valora el estado ocular y motor, a los que se añade una «T» para indicar la imposibilidad para evaluar la respuesta verbal, por ejemplo «8T». También podemos valorar la orientación en las tres esferas, tiempo, espacio y persona, Tiempo: En que año estamos, Persona: Como se llama, como se llama su esposa, etc. y espacio: En que sitio se encuentra en ese momento.
El tercer componente de la GCS es la puntuación mo­tora. El reanimador debe dar una orden sencilla y concreta al paciente como: «Levante los dedos». Un paciente que comprime o sujeta el dedo del reanimador puede estar mostrando simplemente un re­flejo de prensión y no una respuesta intencionada a su or­den. Si el paciente no cumple la orden, debe aplicarse un es­tímulo doloroso como ya se ha indicado para evaluar la mejor respuesta motora. Se considera que el paciente que in­tenta combatir el estímulo doloroso localiza el dolor. Otras respuestas posibles al dolor son la retirada del estímulo, una flexión anormal (postura de decorticación) o una extensión anormal (postura de descerebración) de las extremidades superiores, o la ausencia de función motora.
La máxima puntuación de la GCS es de 15, que corres­ponde a un paciente sin discapacidad, mientras que la pun­tuación más baja es de 3 y suele ser un signo ominoso. Una puntuación inferior a 8 indica una lesión grave, de 9 a 12 moderada y de 13 a 15 leve. Una puntuación de la GCS <8 es una indicación para intubar al paciente, con ventilación mecánica, posición antitrendelemburg a 30°, administración de manitol al 20% (1gr/kg) en bolo, y evacuación inmediata a un hospital de tercer nivel o un centro especializado en neurocirugía.
Si el paciente no está despierto, orientado y capacitado para cumplir órdenes, debemos evaluar las pupilas de inmediato. ¿Son las pupilas isocóricas y normorreactivas a la luz? ¿Son las pupilas iguales entre sí? ¿Son ambas pupilas circu­lares y con una apariencia normal? ¿Reaccionan a la luz mediante constricción o no responden y están dilatadas? Una puntuación de la GCS menor de 14 con una explora­ción pupilar anormal puede indicar la presencia de un traumatismo craneoencefálico con riesgo vital
Al final de la revisión primaria se realiza una rápida evaluación neurológica. Esta evaluación pretende es­tablecer el nivel de conciencia, así como el tamaño y reacción de las pupilas del paciente, signos de lateralización y nivel de lesión medular
También se puede evaluar al paciente de otra manera. Con el test AVDN, que corresponde a:
·         A: Alerta
·         V: Responde a estímulos verbales
·         D: Responde  a estímulos dolorosos
·         N: No responde
Aunque el AVDN se evalúa más rápidamente que la GCS, proporciona información menos valiosa.
La detección oportuna y temprana de cambios me­diante una reevaluación frecuente es muy importante. Puede ser necesario regresar a la revi­sión primaria y confirmar que el paciente tenga una vía aérea segura, ventilación y oxigenación adecuada y una adecuada perfusión cerebral. La consulta con el neurocirujano debe ser en forma precoz para que guíe los esfuerzos adicionales de tra­tamiento
E. EXPOSICIÓN DEL PACIENTE PREVINIENDO LA HIPOTERMIA
Para facilitar el examen y una evaluación completa, el paciente debe ser desvestido totalmente, lo que gene­ralmente requiere cortar la ropa. Después de que se le quita la ropa y se ha evaluado, es importante cubrirlo con cobertores tibios o con dispositivos externos para calefacción, para evitar que presente hipotermia. La sala de examen debe mantenerse a una temperatura templada, debiendo calentar las soluciones endovenosas antes de administrarlas. Lo más importante es la temperatura corporal del pa­ciente y no la comodidad del equipo que provee la atención médica.
Además, la sangre puede acumularse y ser absorbida por la ropa y pasar desapercibida. Cuando se ha explorado todo el cuerpo del paciente, debemos volver a cubrirlo para conservar el calor corporal. Aunque resulta importante exponer todo el cuerpo del paciente para una evaluación completa y eficaz, la hipotermia es un problema serio en el tratamiento del paciente. Sólo hay que exponerlo al ambiente ex­terior lo necesario. Una vez dentro de una unidad con una temperatura adecuada, se puede completar la exploración para volver a cubrirlo lo más rápido posible. (Fig.15)
La cantidad de ropa que hay que retirar durante la eva­luación varía según las circunstancias o las lesiones halla­das. Una regla general es retirar la ropa necesaria para de­terminar la presencia o ausencia de un trastorno o lesión. No debemos dudar en quitar la ropa si ésta es la única forma de realizar una evaluación y trata­miento completos. En algunos casos, los pacientes pueden sufrir múltiples mecanismos de lesión, como sufrir un cho­que de vehículos motorizados tras haber sufrido un disparo. Si no se explora bien al paciente es posible pasar por alto al­gunas lesiones que amenacen la supervivencia. No es posi­ble tratar las lesiones si no se identifican.
Un error frecuente que se comete es no girar al paciente buscando heridas en el dorso. Siempre debemos girarlo buscando cualquier tipo de lesión. En caso de pacientes politraumatizados, se debe girar en bloque al paciente, entre 3 o 4 personas.

 Descripción: C:\Users\DANIELA MARCELA\Pictures\thumbnailCAQOAUH5.jpg
Fig. 15: Cubrir al paciente para evitar hipotermia
F.- IDENTIFICACIÓN DE FACTORES DE RIESGO
Identificación de elementos de riesgo en aquellos pacientes sin alteración de las constantes vitales y sin lesiones anatómicas graves. Para ello, hay que tener en cuenta el mecanismo de lesión, la edad o comorbilidad, tomando en cuenta el trauma score revisado (TSR)
TRAUMA SCORE REVISADA (TSR)

ESCALA
GLASGOW

T.A. SISTOLICA

F.R

PUNTUACION
13-15
Mayor 89
10-29
4
9-12
76-89
Mayor 29
3
6-8
50-75
6-9
2
4-5
1-49
1-5
1
3
0
0
0
Debemos identificar los factores de riesgo existentes para nosotros y luego para el paciente, ya que nosotros nos podemos convertir también en victimas, por ej. en un incendio, debemos alejarnos del incendio, y sus alrededores porque existe el riesgo de intoxicación por gases como el monóxido de carbono, dióxido de carbono, quemaduras, derrumbe de muros etc.  
SOPORTE VITAL SEGÚN EL PROTOCOLO A,B,C,D,E,F:
Para maximizar la sobrevida del paciente es esencial realizar un soporte vital agresivo y, en cuanto se identifican, tratar las lesiones que amenazan la vida. La reanimación describe los pasos del tratamiento dirigidos a corregir los problemas que provocan un riesgo vital iden­tificados durante la valoración primaria. La evaluación del paciente está basada en la filosofía «sospecha según llegas», mientras que el soporte vital comienza conforme se identi­fica cada riesgo vital, o lo más pronto posible.
Intervención limitada en la escena:
Debemos controlar los problemas de la vía aérea como prioridad principal. Si la vía aérea está permeable pero el paciente no respira, se inicia el apoyo ventilatorio. El apoyo ventilatorio debe consistir en la administración de oxígeno a concentraciones elevadas lo más pronto posible. Si el paciente presenta signos de dificultad ventilatoria y un bajo intercambio de aire, es necesaria una asistencia ventilatoria con un dispositivo MVB. Identificamos la parada cardíaca durante la evaluación de la circulación y comienza el masaje cardíaco si está indicado (fig. 16). También controlamos la he­morragia, si existe. En un paciente con una vía aérea y respiración adecuadas, debemos corregir rápidamente la hipoxia y el shock (metabolismo anaerobio) si están presentes.
Descripción: C:\Users\DANIELA MARCELA\Pictures\thumbnailCAJ8PH7L.jpg
Fig. 16. Reanimación Cardiorespiratoria
Transporte y traslado del paciente:
Si se identifican trastornos con riesgo vital durante la valo­ración primaria hay que preparar de inmediato al paciente después de iniciar la intervención limitada sobre el terreno. El transporte de pacientes con lesiones criti­cas al centro sanitario apropiado más cercano debe comen­zar lo antes posible. Además, debemos limitar el tiempo en el lugar del inci­dente a 10 minutos o menos en estos pacientes.
Una vez que se ha tomado la decisión de trasladar al pa­ciente, el personal sanitario que refiere debe comunicarse direc­tamente con el centro que va ha recibir al paciente, al médico, al especialista o al personal asistencial de urgencias que recibirá al paciente. Debemos informar toda la evaluación primaria y la evaluación secundaria, los mecanismos de lesión, los antecedentes que se investigaron, las pistas externas que encontramos, las constantes vitales, la clínica con los signos y síntomas, el examen físico y el estado actual del paciente…etc. Es sumamente vital la información y la comunicación con los centros especializados a trasladar al paciente. Debemos re­cordar, las medidas para salvar la vida se inician al identificar el problema y no hasta terminar la evalua­ción primaria.
Sueroterapia:
Otro paso importante en el soporte vital, es el restablecimiento del aparato cardiovascular para conseguir un volumen de per­fusión adecuado lo más rápido posible. La solución preferida para la reanimación es el Ringer lactato porque en el ámbito de soporte vital y atención de emergencias no se dispone de sangre, de manera inmediata. Además de soluciones fisiológicas, la solución de Ringer lactato con­tiene pequeñas cantidades de potasio, calcio y lactato, por lo que es un expansor de volumen eficaz. Las soluciones crista­loides, como el Ringer lactato, no recuperan la capacidad de transporte de oxígeno de los hematíes perdidos ni compensan la pérdida de plaquetas necesarias para la coagulación y el control de la hemorragia. Por esta razón, es absolutamente fundamental el transporte rápido del paciente con lesiones graves a un centro sanitario apropiado o un hospital de tercer nivel.
En el trayecto al centro de referencia debemos colocar dos catéteres intra­venosos de gran calibre  en el antebrazo o en las venas antecubitales, si es posible. En general, las vías venosas centrales (subclavia, yugular interna o femoral) no son adecuadas para el tratamiento sobre el terreno de los pacientes de emergencias. Y no lo debe realizar un personal no capacitado. Si el tiempo y otros factores lo permiten, debemos administrar 1 a 2 litros de solución de Ringer lactato caliente a chorro (si es po­sible) durante el transporte.
La canulación de una vía intravenosa en el lugar del in­cidente sólo prolonga el tiempo sobre el terreno y retrasa el transporte. Como ya se ha señalado en este capítulo, el tratamiento definitivo del paciente sólo puede conseguirse en el hospital o centro especializado. Por ej. un paciente con una lesión en el bazo que pierde 50 ml de sangre por mi­nuto continuará sangrando a una velocidad por cada minu­to adicional que se retrase la llegada al quirófano. La cana­lización de vías intravenosas en el lugar del incidente en vez de un transporte rápido no sólo aumenta la pérdida de san­gre, sino que puede reducir también las probabilidades de supervivencia del paciente.
Existen excepciones como el atrapamiento, en las que simplemente no es posible mover al paciente de inmediato. Además, hay que recordar que una reposición de volumen continua y agresiva no es un sustituto del control manual de la hemorragia.
SOPORTE VITAL A, B, C:
A.        Vía Aérea
Ante el riesgo potencial de compromiso de vía aérea, ésta se debe asegurar y proteger en todos los pacien­tes. En muchos casos será suficiente realizar la maniobra frente mentón. En el paciente consciente, la permeabilidad de la vía aérea puede establecerse en forma inicial y mante­nerse mediante una cánula nasofaríngea u orofaríngea (Fig.11). Si el paciente está inconsciente y no tiene reflejos iniciales nau­seosos, una cánula orofaríngea puede ser de ayuda temporal (Fig. 12). Sin embargo, ante cualquier duda sobre la capacidad del paciente de mantener la integridad de su vía aérea, se debe establecer una vía aérea defini­tiva como una intubación endotraqueal.
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        Fig. 17 Cánula Nasofaríngea                                                                                Fig. 18 Cánula Orofaríngea
B.         Respiración/Ventilación/Oxigenación:
Debemos oxigenar al paciente con oxigeno suplementario a 15 Lt. Por minuto, por bigotera, mascarilla, o por medio de un ambu o mascarilla con bolsa reservorio. La intubación endotraqueal, ya sea por vía nasal u oral, es la forma definitiva de controlar la vía aérea en los pacientes que la tienen comprometida, ya sea por causas mecánicas, problemas ventilatorios o que se en­cuentran inconscientes (Fig. 19). Este procedimiento se debe realizar protegiendo en forma continua la columna cervical. En aquellos casos en que la intubación endo­traqueal está contraindicada o no puede realizarse, debe establecerse la vía aérea quirúrgica. Un neumotórax a tensión compromete la ventilación y la circulación en forma dramática y aguda, y si se sospe­cha se debe realizar una descompresión torácica in­mediata. Todo paciente traumatizado debe recibir oxígeno suplementario. Si no está intubado, lo debe recibir mediante una mascarilla con reservorio para obtener una óptima oxigenación. El uso del oxímetro de pulso es muy valioso para asegurar una saturación adecuada de hemoglobina.
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Fig. 19: Intubación endotraqueal

C.         Circulación
Debemos realizar el control de la hemorragia mediante presión directa, sutura o intervención quirúrgica.
Se debe establecer un mínimo de dos vías intraveno­sas (IV) con catéteres de gran calibre. La velocidad de administración de líquidos es directamente proporcional al diámetro interno del catéter e inversamente proporcional a su longitud, y no depende del tamaño de la vena en la que el catéter se localiza. Se prefiere instalar las vías venosas periféricas en las extremida­des superiores, pero también se pueden realizar en las extremidades inferiores en casos necesarios. Otras líneas periféricas, venodisecciones y líneas venosas centrales se deben utilizar según se necesiten, de acuerdo con la destreza del personal tratante.
Al momento de instalar los catéteres endovenosos se debe extraer sangre para determinar el tipo de sangre, realizar pruebas cruzadas, estudios hematológicos y químicos básales, incluyendo pruebas de embarazo para todas las mujeres en edad fértil.
La reanimación agresiva y continua con reposición de volumen no es un sustituto de un control manual u operatorio de la hemorragia. Debe iniciarse de in­mediato una terapia vigorosa con soluciones salinas balanceadas. Se recomienda que la solución cristaloi­de inicial sea la solución de Ringer lactado, que debe administrarse rápidamente. Esta terapia endovenosa en forma de bolos suele requerir la administración de 2 a 3 litros de solución para tener una respuesta apro­piada en el paciente adulto. Todas las soluciones intravenosas se deben calentar, ya sea mediante alma­cenamiento en un ambiente tibio (37 a 40 °C) o mediante dispositivos para su calenta­miento, como baño maría, etc.
Si el paciente se mantiene sin respuesta a la terapia intravenosa de bolos, se puede administrar sangre tipo específico se­gún sea necesario. Si no se puede conseguir sangre tipo específico, un sustituto puede ser sangre tipo O Rh negativo, solo en una oportunidad, y solo para pacientes previamente no sensibilizados con este tipo de sangre. Cuando la pérdida sanguínea consti­tuye una amenaza para la vida, la sangre no cruzada de tipo específico es preferible a la sangre de tipo O, a menos que se estén tratando varios pacientes simul­táneamente y no se pueda identificar su grupo. El choque hipovolémico no debe tratarse con vasopresores, corticosteroides o bicarbonato de sodio o con infusión continua de cristaloides/sangre. Si la pérdi­da sanguínea continúa, ésta se debe controlar me­diante una intervención quirúrgica. El proceso de rea­nimación quirúrgica le da al cirujano la oportunidad de detener la hemorragia, además de mantener y res­tablecer el volumen circulatorio.
La hipotermia puede estar presente a la llegada del paciente o puede desarrollarse en el departamento de urgencias en un paciente desnudo por la administración rápida de líquidos a temperatura ambiente o de sangre refrigerada. La hipotermia es una complicación potencialmente letal, y debemos tomar medidas agresivas para prevenir la pérdida de calor corporal y restablecer la tempera­tura corporal a lo normal. La temperatura del área de reanimación debe aumentarse para disminuir la pér­dida de calor corporal. Se recomienda el uso de un ca­lentador de líquidos de alto flujo o un horno de microondas para calentar las soluciones cristaloides. Los productos sanguíneos no deben ser calentados en un horno de microondas.
COMPLEMENTO DE LA REVISIÓN PRIMARIA Y EL SOPORTE VITAL
A.         Monitorización Electrocardiografía
Todos los pacientes de emergencias requieren de una monitorización electrocardiográfica (ECG). Las disritmias, incluyendo taquicardia inexplicable, fibrilación auricular, extrasístoles ventriculares y cambios en el segmento ST, pueden indicar lesión cardiaca por trauma cerrado. La actividad eléctrica sin pulso (AESP, previamente llamada disociación electrome­cánica) puede ser indicativa de taponamiento cardiaco, neumotórax a tensión, o hipovolemia grave. Cuan­do se presentan bradicardia, conducción aberrante y extrasístoles, se deben sospechar hipoxia e hipoperfusión en forma inmediata. La hipotermia extrema también produce este tipo de disritmias.
B.         Catéteres Urinarios y Gástricos
La colocación de sondas en vías urinarias y en estó­mago debe ser considerada como parte de la fase de reanimación. Se debe enviar de manera rutinaria una muestra de orina para análisis de laboratorio.
1. Sonda urinaria
La diuresis horaria es un parámetro indicador muy sensible del estado de la volemia del pacien­te, y refleja la perfusión renal. La monitorización de la diuresis horaria se puede realizar mejor mediante la colocación de una sonda vesical tipo Foley. La colocación de sonda vesical transuretral está contraindicada en pacientes en quienes se sospecha ruptura uretral. La ruptura uretral se debe sospechar si existe: 1) sangre en el meato urinario, 2) equimosis perineal, 3) sangre en es­croto, 4) próstata elevada o no palpable durante el tacto rectal, o 5) una fractura pél­vica. De acuerdo con esto, la sonda urinaria no se debe insertar antes de hacer un examen rectal y de genitales. Si se sospecha lesión de uretra, se debe confirmar la integridad de ésta mediante una uretrografía retrógrada antes de insertar la sonda.(Fig. 20).
El médico puede encontrarse en situaciones en las que alguna anormalidad ana­tómica (por ej. estenosis de uretra o hiper­trofia prostática) impide la colocación de una sonda vesical a pesar de realizar una técnica cui­dadosa. Se debe evitar la manipulación excesiva de la uretra o el uso de instrumentos especializados por un médico no especialista. Ante esta eventua­lidad, es esencial consultar al urólogo en forma temprana.
2. Sonda nasogástrica
La indicación para colocar una sonda nasogástrica es evitar o reducir la distensión gástrica y dismi­nuir el riesgo de bronco aspiración. La descompre­sión gástrica reduce el riesgo de bronco aspiración, pero no la previene completamente. Cuando el contenido gástrico es espeso o semisólido no será aspirado a través de la sonda, y su colocación puede provocar vómitos. Para que la sonda fun­cione adecuadamente debe estar bien colocada y conectada a una succión efectiva. La presencia de sangre en el contenido gástrico puede tener su origen en la boca o faringe (sangre deglutida), en una maniobra de colocación muy traumática o deberse, efectivamente, a una lesión gástrica (Fig.21).  Cuando existe o se sospeche una fractura de la lá­mina cribosa del etmoides, la sonda gástrica debe insertarse por vía oral para prevenir el paso a cavidad craneal. En esta situación, cualquier ins­trumentación nasofaríngea puede ser peligrosa.
La colocación de una sonda gás­trica puede inducir el vómito o la náusea, y en esta forma puede causar el problema que su colo­cación trata de prevenir, la bronco aspiración. Debe contarse con un equipo de aspiración fun­cionante que pueda ser utilizado en forma inmediata.
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Fig. 20: Sonda Urinaria (FOLEY)
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Fig. 21: Sonda Nasogástrica
C.   Monitoreo
La mejor manera de evaluar si el soporte vital se está haciendo en forma adecuada es cuantificando la mejoría de parámetros fisiológicos, tales como la fre­cuencia respiratoria, el pulso, la presión arterial, la presión del pulso, los gases arteriales, la temperatura y la diuresis horaria, en vez de la evaluación cualitati­va que se lleva a cabo durante la revisión primaria. Estos parámetros deben obtenerse tan pronto como sea posible luego de completar la revisión primaria, y es prudente realizar una reevaluación periódica.
1. La frecuencia respiratoria y los gases arteria­les: Son utilizados para monitorizar que la vía aérea y la respiración del paciente sean adecuadas. Debe recordarse que los tubos endotraqueales pueden desplazarse cada vez que el paciente es cambiado de posición. Un detector colorimétrico de dióxido de carbono es un instrumento capaz de detectar dióxido de carbono en el gas exhalado. Se utiliza para confirmar que el tubo endotraqueal está localizado en algún sitio en la vía aérea de un paciente ventilado y no en el esófago, pero no confirma la colocación adecuada del tubo en la vía aérea. Para este propósito existe una variedad de instrumentos cuantitativos. Por ej. los pacientes politraumatizados combativos ocasionalmente se entuban por sí mismos. También pueden llegar a ocluir su tubo endotraqueal o desinflar el globo, mordiéndolo. Es necesaria una reevaluación frecuente de la vía aérea.
2. La oximetría de pulso: Con pulsioximetro, o saturometro es un auxiliar muy valioso para el monitoreo del paciente. La oximetría de pulso consiste en determinar, colorimétricamente, la saturación de oxígeno de la hemoglobina, pero no mide la presión parcial de oxígeno. Tampoco mide la presión parcial del dióxido de carbono, que refleja una ventilación satisfactoria. Se coloca un pequeño sensor en un dedo de la mano, un ortejo, el lóbulo de la oreja u otro lugar que se considere conveniente. La mayoría de los oxímetros muestran en la pantalla, en forma continua, la frecuencia del pulso y la saturación de oxígeno.
El sensor del oxímetro no se debe colocar en una zona distal al sitio en que se coloca el manguillo para la toma de presión arte­rial. La oclusión del flujo sanguíneo cuando el manguillo se infla puede generar información errónea sobre la saturación de oxígeno y el pulso. Esto  puede  causar  confusión,  especialmente cuando se monitorea la presión arterial en forma automatizada y con ciclos frecuentes. La satura­ción de hemoglobina del oxímetro de pulso se debe comparar con el valor obtenido por medio de una gasometría arterial; una discrepancia in­dica que por lo menos una de las dos determina­ciones está equivocada.
Los valores de pulsioximetría deben ser superiores al 85% de saturación de oxigeno, si son inferiores son indicadores de una hipoxia en nuestro paciente.
3. La presión arterial: Debe medirse teniendo siempre en cuenta que puede ser un índice inade­cuado de la perfusión tisular real.
La normalización hemodinámica requiere más que el estar satisfechos simplemente por una presión arterial normal. Se debe establecer nue­vamente una perfusión periférica normal, espe­cialmente en los ancianos, en los que se debe con­siderar un monitoreo invasivo de la función cardiaca en forma temprana.
D.   Rayos X y Estudios Diagnósticos
Los estudios de rayos X se deben utilizar en forma jui­ciosa, y no deben retrasar la reanimación del paciente. Por ej. la radiografía anteroposterior (AP) de tórax y de pel­vis pueden dar información que guíe los esfuerzos de soporte vital del paciente. Las radiografías de tórax pueden detectar lesiones que potencialmente ponen en peligro la vida y que requieran tratamiento temprano, y las de pelvis pueden demos­trar fracturas que indiquen la necesidad de transfusión sanguínea temprana. Cuando en una radiografía late­ral de columna cervical se demuestra una lesión, éste es un hallazgo importante, mientras que una radio­grafía negativa o inadecuada no excluye una lesión a este nivel. Estas radiografías pueden ser tomadas en el área de reanimación, generalmente con una unidad portátil de rayos X, pero su realización no debe inter­rumpir el proceso de soporte vital y traslado del paciente. Pueden ser diferi­das, si se considera apropiado, hasta la revisión se­cundaria.
Durante la revisión secundaria, siempre que no se vea comprometida la atención al paciente, y si el mecanis­mo de lesión sugiere la posibilidad de lesión espinal, se pueden obtener radiografías completas de colum­na cervical y toracolumbar con una unidad portátil de rayos X. Durante la revisión primaria se debe haber realizado y mantenido la protección de la médula es­pinal.
Según los sitios en donde se sospechen lesiones, se debe obtener una radiografía AP de tórax y otras ra­diografías pertinentes. Los estudios radiográficos esenciales no deben evitarse en pacientes embaraza­das.
El lavado peritoneal diagnóstico (LPD) y el ultrasoni­do abdominal (ecografía) son procedimientos útiles en la detec­ción temprana de hemorragia intraabdominal oculta. Su uso depende de la habilidad y nivel de experiencia del médico. La identificación temprana del sitio de una hemorragia intraabdominal oculta puede indicar la necesidad de realizar un control quirúrgico de la hemorragia. Se recomienda el examen de ultrasonido como procedimiento diagnostico de elección no invasivo en partes blandas, vísceras, y en si en todo nuestro organismo.
La tomografía esta indicado como procedimiento secundario ya que toma tiempo y puede ser contraproducente en casos de pacientes de emergencias y puede retrasar el traslado y la atención de emergencias, pero es de absoluto valor para diagnósticos específicos por ej. Traumatismos cráneo encefálicos, hematomas intracraneales, hemorragia retroperitoneal, etc. Existen varios estudios de gabinete y de laboratorio que se pueden utilizar en estos casos que lo debe recomendar el personal especializado y según el caso del paciente, como una resonancia magnética, tomografía contrastada, endoscopias, etc.
Al realizar cualquier estudio diag­nóstico se pueden encontrar problemas técnicos, incluyendo aquéllos necesarios para identificar una he­morragia intraabdominal. La obesidad y la presencia de aire intraluminal en el intestino pueden compro­meter las imágenes obtenidas en el ultrasonido. La obesidad también puede dificultar el lavado perito­neal diagnóstico. Aun en manos de un cirujano con experiencia, el volumen de líquido extraído del lava­do puede ser mínimo o cero. En estas circunstancias, se debe elegir un método diagnóstico alternativo. El cirujano debe estar involucrado en el proceso de eva­luación y debe guiar otros procedimientos diagnósti­cos o terapéuticos.

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